La muestra recorre las principales tendencias pictóricas en Bélgica desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX a través de 77 obras de 53 artistas, entre los que destacan nombres tan reconocidos como James Ensor, René Magritte o Paul Delvaux.
La Fundación Bancaja ha presentado esta mañana la exposición Arte belga. Del impresionismo a Magritte, que reúne por primera vez en València grandes obras maestras del arte moderno belga pertenecientes a la colección del Musée d’Ixelles de Bruselas. La presentación ha contado con la intervención de la responsable de Cultura de la Fundación Bancaja, Laura Campos, y la comisaria de la exposición y directora del museo belga, Claire Leblanc.
La exposición ofrece un completo y singular panorama de las principales tendencias pictóricas desarrolladas en Bélgica desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. El recorrido por el mejor arte moderno belga se realiza a través de 77 obras de 53 artistas, entre los que destacan nombres tan reconocidos como James Ensor, René Magritte o Paul Delvaux, que conviven con otros grandes creadores belgas como Jan Toorop, Émile Claus, Anna Boch, Fernand Khnopff, Léon Spilliaert o Jos Albert, entre otros muchos.
La muestra, realizada con la colaboración del museo belga y el Museo Carmen Thyssen Málaga, refleja la evolución artística en Bélgica que va del realismo al surrealismo, pasando por las vanguardias propias desarrolladas en este periodo de búsqueda de modernidad y en el que el arte belga destacó por su libertad creativa, color deslumbrante y sus atmósferas enigmáticas. El conjunto de obras revela las influencias internacionales de las que bebió el arte belga y, al mismo tiempo, sus características específicamente locales, dando lugar a propuestas muy avanzadas donde conviven el atrevimiento creativo y la tensión entre el apego a la realidad y la propensión a la imaginación desbordante.
Con un discurso cronológico, la exposición se estructura en torno a cuatro secciones que corresponden a diferentes movimientos pictóricos: del realismo al paisaje moderno; el impresionismo y sus derivaciones; el simbolismo y las vanguardias fauvista y expresionista; y el surrealismo.
Entre las obras más destacadas del recorrido se encuentran Dunas (1872), de Louis Artan, que es un ejemplo del nacimiento de la modernidad en el paisaje belga; El gran interior, de Jos Albert (1914), con su explosión de colores que enlazan al autor con el fauvismo francés; La dama de la sombrilla (1888), de Jan Toorop, y Dunas al sol (c. 1903), de Anna Boch, que son ejemplos del mejor impresionismo producido en la Bélgica del finde-siècle; El donante feliz (1966), de Magritte, con su inconfundible silueta de un hombre con bombín; o el sueño de inspiración clásica de Las cortesanas (1944) de Delvaux.
Coincidiendo con la exposición se ha editado un catálogo que recoge la reproducción de las obras expuestas, acompañadas de textos de la comisaria. La muestra incluye la proyección del documental Monsieur René Magritte, dirigido en 1978 por el cineasta Adrian Maben. El filme contó con la participación de Roger Waters (Pink Floyd) y el pianista Béla Bartók, compositores de la banda sonora. Dentro del programa de mediación cultural y artística, la Fundación Bancaja ofrecerá visitas comentadas de la mano de un experto especialista en arte y mediación cultural.
La exposición Arte belga. Del impresionismo a Magritte puede visitarse en la sede de la Fundación Bancaja en València (Plaza Tetuán, 23) del 5 de abril al 30 de julio de 2023.
Del realismo al paisaje moderno
El recorrido comienza en la segunda mitad del siglo XIX, momento en que, desde el realismo y el paisaje naturalista, se inicia en Bélgica el arte moderno bajo la influencia de los principales centros artísticos europeos –especialmente Francia, cuyos autores más insignes expondrán en Bruselas de forma habitual durante varios decenios–.
Sobre una tradición local de apego a lo real, la influencia de Gustave Courbet y su revolucionaria pintura naturalista, franca y cruda, y de la escuela de Barbizon y su interés por el paisaje rural despojado y directo, estimuló un arte belga centrado en temáticas de la vida moderna, urbana y campesina, que derivará hacia un realismo social a finales de la centuria en artistas como Constantin Meunier, Charles Degroux o Eugène Laermans.
El interés por la naturaleza en pintores como Hippolyte Boulenger o Louis Artan marcó el punto de partida para una exploración del paisaje local, en la que la pintura se fue haciendo cada vez más gestual y libre en su técnica como antesala de las tendencias impresionistas posteriores.
El impresionismo y sus derivaciones
En el desarrollo de una innovadora pintura de paisaje desempeñaron un papel fundamental grupos como el Cercle des XX (activo entre 1883 y 1893) y la Libre Esthétique (1893-1914), en cuyos salones expusieron todos los maestros de referencia del arte moderno francés, desde el impresionismo a las primeras vanguardias. En este contexto fue fundamental el papel de Octave Maus, coleccionista (a él pertenecieron varias de las obras de la exposición), crítico y animador imprescindible de la escena cultural bruselense en su búsqueda de renovación.
Inspirados por estos referentes y ávidos de modernidad, en la década de 1880 numerosos artistas belgas se dejarán seducir por las experimentaciones con la luz y el color con la técnica de los impresionistas o los puntillistas, desarrollando una pintura luminista propia que representa un momento capital del arte en Bélgica en manos de artistas como Théo van Rysselberghe, Willy Finch, Anna Boch, Émile Claus e incluso del español Darío de Regoyos. Junto a ellos, merece especial mención la obra de James Ensor a medio camino entre el impresionismo y el expresionismo, marcada por una cierta extravagancia en las temáticas y por un estilo colorista muy personal.
Del simbolismo a las vanguardias
Frente a las opciones de signo realista e impresionista, orientadas en la observación de la vida de un país en plena industrialización y en las experiencias de una pintura atmosférica, la sugerente estética simbolista y su desapego a la realidad anticipan a finales del XIX, en artistas como Fernand Khnoff, Félicien Rops o Léon Spilliaert, una de las señas de identidad más destacada del arte belga: su gusto por mundos oníricos e inquietantes, que el surrealismo llevará a su capítulo más brillante.
Con el simbolismo y su ruptura con la descripción de la realidad imperante hasta el momento en el arte belga, se abre la puerta a una vanguardia propia que, en las primeras décadas del siglo XX, se adentrará en nuevos territorios. Así, Rik Wouters, Louis Thévenet o Jos Albert apuestan por un uso radical del color puro, derivado del fauvismo francés. Por su parte, el expresionismo se centra en escenas rurales e intimistas, de colores terrosos y de formas duras y simples (en las que también se refleja el cubismo) o incluso naífs.
Surrealismo
Cumbre del arte europeo del siglo XX, el surrealismo belga está representado en la muestra con sus dos máximos exponentes: René Magritte y Paul Delvaux.
Desde finales de los años veinte, Magritte despliega en sus obras un asombroso y lírico universo figurativo, donde seres, objetos y escenarios entablan relaciones que escapan a la lógica. Entregado su creador a la más absoluta libertad creativa, sus pinturas enigmáticas retan al espectador que busca descifrar los códigos ocultos, por ejemplo, tras sus inconfundibles siluetas masculinas con sombrero.
Delvaux, por su parte, ambienta sus composiciones con una escenografía teatral que evoca la arquitectura clásica, ocupada por figuras femeninas desnudas e impasibles, y que unidos conforman un mundo onírico desconcertante, inmóvil y silente, en algún punto entre el sueño y la realidad.