La obra es plenamente representativa de una de las etapas más características y productivas de Anzo: su serie Aislamientos es un conjunto tan amplio y característico que de por sí constituye una fase completa en su quehacer artístico, entre obra original y obra gráfica seriada.

La trayectoria de Anzo recorre y comprende varias etapas: desde la abstracción informalista inicial hasta el arte pop, y desde el mec art hasta la geometría lírica. En concreto, esta pieza se inscribe en el mec art, que puso en práctica Iranzo Almonacid, influido por el denominado entonces en Europa mechanical art, aunque dotándolo de una impronta diferente y
personal.

Si la tendencia internacional postulaba el traslado de imágenes fotográficas preexistentes a superficies dispares emulsionadas mediante técnicas mecánicas de reproducción —operativa que fue cultivada por artistas como Alain Jacquet, Mimmo Rotella o Éric Beynon)—, en el caso de Anzo la denominación mechanical art cobraría pleno sentido a través de su quehacer.

Solo la figura humana central, siempre mínima, en sus sistemáticos aislamiento y marginación, motivados por una sociedad tecnificada, obedecería al proceso de reproducción/traslado de la imagen, típica y propia del mec art, a la pieza. Por su parte, los procedimientos de trabajo, como el chorro de arena sobre planchas de acero, empleados por Anzo en las obras de esta serie, constituyen, en efecto, el fundamento y la justificación pertinentes para convertirlo en un singular y genuino representante de tal opción artística.

Sin pertenecer Anzo a la llamada crónica de la realidad teorizada por Aguilera Cerni en su independiente impronta en el arte valenciano de la época, sí cabe decir que en sus obras se apunta perfectamente la reflexión antropológica sobre la situación de intensa soledad experimentada por el ser humano frente al creciente predominio industrial de la máquina. La estructura de los diferentes aislamientos de la serie se reitera: la figura del homúnculo central aparece rodeada por espacios metálicos a menudo limpiamente divididos en planos y zonas diferenciados. En sus seriaciones lineales realizadas técnicamente sobre acero, los recursos geométricos se encuadran perfectamente en este universo mecanizado, de espacios vacíos, con explícita finalidad aislante. Sin duda, Anzo hizo propia también, con cierta prioridad en estas propuestas plásticas iniciadas a mediados de los años sesenta, la base del normativismo que se apuntaría algo más tarde en el contexto valenciano.

La mirada de Anzo sobre una cotidianidad perturbada, enfatizando el poder y la amenaza industrial del desarrollismo del momento sobre los individuos, se convierte en la base de sus trabajos artísticos. En cierto sentido, nos vemos obligados a encuadrar tales propuestas en el llamado movimiento antes del arte, también propiciado por el crítico Aguilera Cerni, como vía expedita para sacar partido a las relaciones e influencias entre arte y ciencia, entre arte y técnica. Iconográficamente, pues, los planteamientos de esta etapa artística de Anzo son distantes y distintos del contexto de la crónica de la realidad como tendencia, aunque con su actitud comprometida también quieran narrar y profetizar el futuro antropológico que aguardaba
a las generaciones entonces emergentes.

Se trata, en resumen, de una obra destacada y simbólica del mec art de Anzo. Como diseñador e interesado por el mundo de la arquitectura, tanto en el desarrollo formal y estructural de sus creaciones como en el minucioso cuidado de su ejecución espacial, es capaz de recurrir a materiales diversos, más allá de los estrictamente pictóricos y habituales. Preocupado por la condición humana, pone su obra al servicio de la transmisión de ideas para conectar con su tiempo. Y todo ello sin dejar de potenciar los valores plásticos en la realización de sus piezas.