Cabeza de niña con flores

Cabeza de niña con flores, 1890

Ficha técnica

Título
Cabeza de niña con flores
Año
1890
Autor
Sorolla Bastida / Joaquín
Medidas
41 × 28 cm
Clase
Pintura
Material
Óleo sobre tela
Soporte
Tela
Serie
Arte de Entresiglos XIX-XX

El 14 de octubre de 1913, Sorolla exclamaba en una carta a Clotilde: «Yo, ¡¡pintor de retratos!!, no salgo de mi asombro…». Entre este comentario y el retrato Cabeza de niña con flores median más de veinte años, en los cuales se produjo un gran cambio en su obra, en su técnica, consideración social como artista y fortuna ante la crítica.

Efectivamente, Sorolla se fue convirtiendo con el paso de los años en un retratista reconocido, valorado y reclamado tanto para pintar las obras en vivo como por medio de fotografías. Si comparamos este retrato de su primera época con las obras posteriores, cuyo colofón puede situarse en los retratos de hombres ilustres pintados para la Hispanic Society of America, sin duda constataremos que Sorolla se había convertido en un retratista de primer orden que aquí comienza a esbozarse.

En esta cabeza de una niña desconocida, vemos una forma de entender el retrato muy próxima a los modelos velazqueños que había estudiado y copiado en el Museo del Prado. Así, el fondo neutro sobre el que apenas destaca la forma de la cabeza y la pincelada suelta y corta, vibrante, provienen de las enseñanzas del mencionado pintor, así como de los artistas valencianos finiseculares, fundamentalmente Ignacio Pinazo, al cual se atribuyó esta obra durante un tiempo. Las flores que la muchacha sostiene contra al pecho remiten también a modelos tardorrománticos todavía vigentes en ese momento. Pero dejando a un lado aspectos compositivos, técnicos o de gama cromática, la mayor enseñanza de Velázquez en el retrato es la psicología del personaje y la capacidad de comunicación del modelo; se trata de un concepto que empezamos a atisbar aquí, que Sorolla ha comprendido y comenzado a asimilar, y que será el que lo convierta en pintor de retratos. Aunque se quejara en la carta a Clotilde, en realidad debía de ser perfectamente consciente de su capacidad para mostrar esta psicología del retratado, ya que, en los casos en los que pinta un retrato basándose de una fotografía, lo hace constar junto a la firma.

En los años en que pinta este retrato, estaba comenzando a luchar por conseguir labrarse un nombre en el mundo del arte. Para un artista que aún no goza de reconocimiento y que pinta para poder comer, el género más rentable es el retrato, ya que hay garantía de que el gasto en material va a verse compensado al cobrar la obra que se le ha encargado. De igual forma, es la obra menos personal que puede realizar, ya que debe amoldarse a las exigencias del comitente. Sin embargo, en el retrato que estudiamos, apreciamos que Sorolla convierte estos inconvenientes en virtudes, eligiendo la pose, estudiando al modelo y sembrando el germen de lo que serán sus grandes retratos posteriores.

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