En primer plano de la composición del cuadro aparece emblemáticamente representada una reja de arado, símbolo explícito del trabajo y de la cultura agraria. También se halla próxima una paleta de pintor representada sobre la palabra cultura, dentro del encuadre plástico de un cartel colgado en la pared representada, conformando así un conjunto asumido como homenaje a las artes plásticas.

Se trata de un juego de metonimias aplicadas para enfatizar, con cierta idealidad estratégica, la correlación que se desea establecer entre dos ámbitos socioculturales que habitualmente suelen hallarse más bien distanciados. Además y como contrapunto, en la obra se descubre la imagen de un bote de Coca-Cola (Coke/cocaína) para simbolizar, asimismo, como apunta el autor, «una sociedad dominada por el consumo, el capitalismo devastador y el imperialismo yanqui». De hecho, la reja de arado, extrapolada de sus usos y funciones, proyecta un juego de sombras fuertemente expresionistas sobre la estancia.

El espacio contextualizador representado en la obra se inspira directamente en un cobertizo del propio Mas Sopalmo como lugar específicamente significativo en el cual se armonizan precisamente ambas culturas. La herencia agrícola de ese lugar histórico y su incorporación al dominio de la cultura artística se hace evidente al convertirse en domicilio, taller y museo del propio Antoni Miró.

La obra, realizada en 1993, año en el que se incorpora a la Colección Fundación Bancaja junto con otras piezas, pertenece a Vivace, una amplia serie pictórica que, en general, absorbe una fuerte influencia del realismo social que el artista alcoyano habitualmente potencia de manera crítica en su figuración. Pero, además, enfatiza su lenguaje simbólico al apuntar en paralelo una cierta mirada ecológica, habilitada justamente en esa época, de manera comprometida y reivindicativa, para subrayar el respeto a la naturaleza, la agricultura y la cultura popular, implicadas conjuntamente en el mensaje. Asimismo, en Cultura amenaçada hay que rememorar las plurales influencias del pop, de las que beben abundantemente sus planteamientos formales y estilísticos en el conjunto de sus poéticas.

Varios son los elementos con peso iconográfico en el contexto de la representación. Por una parte, la paleta de pintor, reiterado núcleo figurativo cargado de connotaciones referidas al artista, a la cultura plástica metonímicamente referenciada o a la acción pictórica, y también el pintor posando con su paleta como síntesis de dicha actividad. Si además la paleta aparece partida en dos y disgregada en espacios distintos del propio cuadro (una parte delante de la pared, incluida en el cartel y la otra parte detrás de dicha pared), queda clara la afirmación que el propio título argumenta de la cultura en peligro.

El otro elemento iconográfico destacado es la reja del arado que, como referente, enlaza con la parte de la palabra cultura que se lee a la izquierda y que también forma parte del cartel. Los términos cultus y colere están conectados en sus raíces etimológicas con cultivo, agricultura, actividad práctica y también, como es evidente, directamente con cultura. Se insiste así iconográficamente en la unión de ambos registros semánticos: paleta/ arado.

Más lejano en su menguada rotundidad y tamaño figurativo pero no en su peso temático, el bote de Coca-Cola burbujeante se convierte, dentro del argumentario crítico, en el motivo básico del peligro embrionario apuntado.

La obra enlaza con otras de este autor que forman parte de la colección, no solo de la serie Vivace comentada, sino también de Pinteu pintura, amplia serie cronológicamente anterior y muy característica de la actitud comprometida del artista y de su realismo social.