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Etern combat, 2005
Ficha técnica
La obra Etern combat (2005) de Artur Heras, realizada en técnica mixta de gran formato, representa un paisaje de estrategias lingüísticas empleadas por el autor a lo largo de su trayectoria. Con una utilización del color próxima al pop, el artista reproduce su particular mirada hacia las figuras de un boxeador y de una mesa sobre cuya superficie aparece un fragmento de papel con el nombre incompleto: Journa (diario, revista, periódico). Ambas imágenes están conectadas por medio de la gran mancha de una taza de café derramada. Y desde esa singular combinación, los tres elementos ordenan la composición. La estructura de la mesa y el movimiento de las piernas del boxeador aportan la perspectiva y la profundidad del espacio a partir de un fondo desnudo, libre de detalles, mientras que el instante del vuelo del líquido crea movimiento.
Junto a estos elementos se extienden en el lienzo otros componentes, como las dos cartas de una baraja (una de ellas, un trébol), una pipa que mezcla los trazos de su dibujo con la pintura del humo o la cuchilla de un barbero, proyectada también desde su sombra. El resto de la pieza intercala la aparición de pequeñas esferas en color gris, que dialogan con el puntillismo rojo expandido sobre la superficie de la mesa. Partiendo de estos elementos cotidianos, el autor experimenta con códigos, formatos, texturas y materiales. La expresividad humana queda relegada a la gestualidad de un cuerpo dispuesto al combate en una escena que no nos permite conocer su rostro. La percepción de los objetos se convierte así en un juego metafórico que combina un atrevimiento próximo al dadá con la imaginación surrealista.
Artur Heras comienza su trayectoria en el contexto plástico de la crítica social con grupos como el Equipo Crónica y el Equipo Realidad, y cercano además a artistas como Boix o Armengol. Su obra combina la divertida mirada pop con una posición comprometida en la cual el humor se convierte en la vía más ácida y directa para desarrollar la crítica. En esta línea, afirma Manuel Vicent que Heras «eleva la espontaneidad, el desgarro y la libertad mediterránea a categoría estética». Mediante un lenguaje personal combinado con una representación casi icónica, su pintura integra una serie de recursos figurativos que experimentan fórmulas relacionadas con la abstracción, el realismo social, el dadaísmo y el expresionismo. En este sentido, el artista incorpora frecuentemente materiales a modo de collage (telas, ramas, relojes o letras) que subrayan el efectismo de la figura. Además, Heras investiga el poder de la imagen como un camino hacia la seducción desde la intertextualidad de sus obras. La construcción de la narrativa a partir de la figura y el texto lo lleva a incorporar palabras que ejercen de huellas de una época. Pero la descripción nunca será objetiva y el espectador tendrá que completarla a partir de un escenario de aparente superficialidad y entretenimiento.
Uno de los recursos constantes en la obra de Artur Heras es el simbolismo en la caracterización de sus objetos. El autor manipula las fuentes figurativas de la publicidad y el cine para elaborar la representación de su propio mundo. De esta forma, las obras crean una significación llena de contrarios en la cual el humor no excluye el atrevido cuestionamiento de la actualidad. Las metáforas están presentes en su iconología y en ellas también se revelan las huellas de la primera época de Max Ernst y algunas referencias a Lichtenstein o Sigmar Polke. En Etern combat la figura del boxeador, también utilizada en algunos trabajos de Eduardo Arroyo, focaliza el protagonismo del cuadro. El personaje aparece en dos trabajos más, El manifest (2010) y L’etern combat (2001), perteneciente a la colección
Vicent Madramany, en los cuales el recurso de la mesa y la taza de café se repiten. Las tres obras comparten tanto la disposición de las figuras como otros motivos plásticos en la composición. La obra Etern combat es, pues, una clara representante de la identidad plástica de Artur Heras. Las figuras combinan la expresividad, desde una presencia inmediata, y se incorporan a las referencias iconológicas visuales propias del autor.