Adquirido a Heinrich Ehrhardt, alemán de Madrid que, con el barcelonés Carles Taché, ha sido uno de los dos galeristas que se han ocupado en nuestro país de difundir la obra del artista alemán, este monumental díptico de Förg, en el cual la mirada del espectador se sumerge, se pierde gozosamente, es sin duda alguna una de las piezas más hermosas e impactantes de la Colección Fundación Bancaja, y dentro de ella del importante conjunto de obras del artista alemán reunido por ella.

Se trata de otro cuadro con vocación de mural (tres metros de alto por cinco de ancho), de un cuadro luminoso y envolvente que nos habla de la capacidad de Förg para romper con sus propias reglas de juego iniciales y de plantearse, sin renunciar a la abstracción ni a una cierta ortogonalidad, más libres, casi en las fronteras del expresionismo abstracto o, para ser más precisos, de lo que la pintora y crítica de arte Elaine de Kooning definió como impresionismo abstracto. La escritura, muy dibujística y dispersa, posee aquí una especial gracia que se debe a la incorporación
al proyecto de una inesperada dimensión paisajística, atmosférica, vegetal y floral que nos conduce, efectivamente, cerca del espíritu impresionista. Estamos por lo tanto muy lejos de la cuaresma minimalista, pero también muy lejos de la indagación en una poética de lo sublime (Rothko, Newman) que la precedió. Nos maravilla la capacidad de metamorfosis del artista, su búsqueda de la levedad y de lo frágil, su capacidad para, durante este periodo tan distinto de todos los suyos anteriores, construir cuadros en los que flotan las formas rodeadas de mucho espacio en blanco, su gozoso estar en el mundo y disfrutar de lo puramente retiniano, una actitud que por momentos podría recordar inesperadamente, dados sus antecedentes más ortogonales y sistemáticos, a los grandes líricos de la escena norteamericana, a los más afrancesados, como Sam Francis —tan apasionado por el Monet de las Ninfeas— o como Helen Frankenthaler. Gran lector de poesía, Förg demuestra así ser capaz de producirla, como si nada, con los pinceles.