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Last Dreams of Captain Nemo, 1989
Ficha técnica
Juan Uslé, entonces defendido en Madrid por ese galerista pionero que fue Manolo Montenegro (a quien debemos, sin ir más lejos, la primera individual de Julian Opie entre nosotros, que tuvo lugar en 1988), fue uno de los pintores españoles que durante la década de los ochenta del siglo que nos resistimos a llamar pasado apostaron por una vía lírica. Dejando atrás una prehistoria política —rasgo que comparte con algún otro pintor de su generación, entre ellos su mujer, Vicki Civera—, su abstracción lírica se alimentó pronto de un sentimiento marino que uno tendió entonces a leer en clave cántabra y pos-Pancho Cossío, el admirable Pancho Cossío de los veleros y de las galernas. Por lo demás, todos aquellos que eligieron esa vía lírica, y pienso entre otros en José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Xavier Grau, Carlos León, Manuel Salinas, José María Sicilia y en otros que han venido después, como puede ser Alberto Reguera, manifestaban en mayor o menor grado reminiscencias de sus predecesores de la generación de los cincuenta, ya fueran españoles, ya fueran franceses, o ya fueran norteamericanos, puesto que lo norteamericano cobró entonces mucho auge, entre otras cosas porque nos llegaba vía la crítica francesa, vía, sobre todo, Marcelin Pleynet, autor de L’enseignement de la peinture (‘La enseñanza de la pintura’), de 1971, el exégeta de la obra de Robert Motherwell, de Joan Mitchell o de Cy Twombly.
Si esa posible conexión Pancho Cossío no llegó a explicitarse nunca, en cambio pronto hizo su aparición, dentro de la producción de Uslé, el ciclo dedicado al capitán Nemo, explícitamente inspirado en Veinte mil leguas de viaje submarino, una de las obras maestras de Julio Verne, el gran escritor francés de viajes (imaginarios) y de anticipación, el gran escritor que ha fascinado las infancias de tantos lectores.
El hermoso lienzo de 1989 aquí presente, titulado en inglés, mide dos metros por dos, y está todo él impregnado de mar, de azul ultramar, de salitre, de esa baudelairiana huida lejos a la que siempre invitan los puertos, y especialmente los puertos septentrionales, los del mar del Norte, los del Báltico, los del Cantábrico, los de la Costa Este de los Estados Unidos, el país de adopción del pintor, el país donde se ha consolidado como un grande, aunque ello no le haya impedido ser profeta en su país, que lo ha sido, y a la vista están sus exposiciones institucionales en su Santander natal, pero también en Madrid (Palacio de Velázquez), Barcelona (MACBA), València (IVAM, Fundación Bancaja en 2011), Málaga (Centro de Arte Contemporáneo en 2011) y así sucesivamente…