Fundación Bancaja presenta la exposición Francis Bacon. La cuestión del dibujo, una muestra con más de medio centenar de obras sobre papel del artista británico pertenecientes a la colección de Cristiano Lovatelli Ravarino, periodista y amigo íntimo del pintor durante años. La exposición podrá visitarse en la sede de la Fundación Bancaja en Valencia hasta el 15 de octubre tras su reciente paso por el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
La exposición, comisariada por el crítico de arte y profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Castro, está integrada por 58 dibujos a lápiz, cera y collage sobre cuatro de los temas que obsesionaron a Bacon a lo largo de su carrera: el Papa Inocencio X de Velázquez, las crucifixiones, las figuras sentadas, y los retratos y autorretratos.
Durante años se ha creído que Francis Bacon no dibujaba ni bocetos para sus cuadros ni dibujos con entidad propia, como él mismo afirmó en varias ocasiones. Sin embargo, desde su fallecimiento en 1992 en Madrid, varias evidencias han desmentido esa conclusión, descubriendo que Bacon no sólo dibujaba, sino que lo hacía prolíficamente y con maestría. La selección presentada en esta exposición forma parte de la colección de más de 600 dibujos que Bacon regaló a Cristiano Lovatelli Ravarino, firmados por el artista y fechados entre 1977 y 1992.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo donde, además de la obra expuesta, se recogen textos de Fernando Castro, Lucie-Smith, Cristiano Lovatelli Ravarino y Giorgio Ruggeri.
La exposición Francis Bacon. La cuestión del dibujo se puede visitar en el Centro Cultural Bancaja de lunes a sábado de 10 a 14 y de 17 a 21h, y los domingos de 10 a 14h. La entrada es gratuita. También se realizan visitas guiadas gratuitas los viernes y sábados a las 20 horas.
Las obsesiones de Francis Bacon
Las piezas que conforman esta exposición recogen algunos de los temas recurrentes en la obra de Bacon durante toda su trayectoria, como el Papa Inocencio X de Velázquez, las crucifixiones, las figuras sentadas, y los retratos y autorretratos.
Uno de los bloques más importantes de la Francis Bacon Collection of drawings donated to Cristiano Lovatelli Ravarino es el dedicado al Papa Inocencio X. Bacon consideraba el cuadro de Velázquez del Papa Inocencio X uno de los mejores del mundo y su compulsión de repetición con esa obra revela la potencia obsesiva que le dominó. Llegó a considerar que todos sus esfuerzos por «reproducir» esa imagen habían conducido al fracaso y, en mayo de 1966, declaraba que había abandonado ese motivo. El cuadro original le imponía un tremendo respeto y ni siquiera quiso ir a verlo en directo, atravesado por el miedo a ver la realidad del Velázquez. La imagen del Papa se imponía en su imaginario como algo único: «se le coloca en una posición única por ser el Papa, y en consecuencia, como en algunas grandes tragedias, es como si se le alzase en un estrado para que la grandeza de la imagen se desplegase ante el mundo», declaró. El Papa Inocencio X es uno de los primeros tema» que Bacon trabajó y estos dibujos demuestran que no lo abandonó nunca.
Bacon siempre estuvo fascinado por los cuadros de mataderos y carne que, para él, tenían mucho que ver con el tema de la crucifixión. Desde sus primeras crucifixiones hasta Tres estudios para una Crucifixión (1962), que tiene algo de autorretrato, u Osamenta carnosa y ave de rapiña (1980), Bacon no ha dejado de trenzar alusiones al Cristo de Cimabue, pero también al sadomasoquismo, combinando imágenes extremas como las del linchamiento público de Mussolini con alegorías del sufrimiento humano o alusiones a la belleza que encontraba paseando por una carnicería. «Cuando entro –declaró– en una carnicería pienso siempre que es asombroso que no esté yo allí en vez del animal». La visión y el olor de la sangre excitaban su imaginación. Bacon dispone ante los ojos del espectador la voluptuosidad de la carne y también su descomposición, esa sensación de que no somos otra cosa que seres preparados para que nos abran en canal, dispuestos para el desolladero.
Francis Bacon estaba interesado en la condición concreta del retrato, en la necesidad de analizar al individuo aunque el resultado sea «un completo accidente». Lo importante era plasmar «todas las vibraciones de una persona». El obstinado esfuerzo de este artista le lleva a deshacer el rostro. Aunque utilizaba modelos, principalmente amigos y amantes, su fuente principal para retratar eran las fotografías y el cine que dinamizaban su imaginario, asaltando constantemente nuestro sentido de la apariencia. «A través de la imagen fotográfica –declaró a David Sylvester– comienzo de pronto a vagar dentro de la imagen y abro lo que yo considero su realidad más de lo que podría hacerlo mirando directamente. Las fotografías no son solo puntos de referencia. Son muy a menudo reactivadoras de ideas». Bacon fija su mirada en la boca, dejando de lado la concepción tradicional del rostro, entregándonos la realidad de un semblante convulso. El ser humano es, en los cuadros de Bacon, una especie de presencia histérica, el resultado de la voluntad de distorsionar las figuras mucho más allá de la apariencia.
Rodeado por los fantasmas de los amigos amados muertos, Bacon tuvo que recurrir a su propia imagen con autorretratos, aunque su rostro fuera algo que le desagradaba. Cuando Bacon se retrata obsesivamente no lo hace para dejar su legado en la historia, sino para tratar de descubrirse a sí mismo, a pesar de sus crisis de identidad. Se tortura con la obsesión de su propia imagen, cuya identidad choca con el rechazo social. Por medio de brutales semejanzas y deformaciones fantásticas pretende descubrir el rostro del horror, el monstruo que en él habita.
Biografía
1909: Francis Bacon nace el 28 de octubre en Dublín. De padres ingleses, Winifred y Edward Bacon, era el segundo de cinco hijos. El padre era un capitán retirado del ejército que amaba criar caballos y un descendiente del famoso filósofo Francis Bacon. El asma dificultó que Francis asistiera a la escuela, de modo que fue ocasionalmente educado por un sacerdote local.
1914-1925: La familia se traslada a Londres, donde el padre es llamado a trabajar en la oficina de escuchas telefónicas, y más tarde de nuevo a Irlanda. El futuro pintor mantiene estos años un contacto cercano con un amigo que hizo en ese momento, Doreen Molony, quien más tarde contará cómo no pudo dejar de dibujar y que a veces le entregaba sus obras pidiendo su opinión.
1926: Después de una serie de discusiones violentas con su padre, se traslada a Berlín sólo por unas semanas y termina en París, donde queda fascinado por una exposición de dibujos de Picasso en la Galería Paul Rosenberg. Comienza a producir dibujos y acuarelas.
1929: Regresa a Londres y se traslada a un garaje reformado en el 17 Queensberry Mews West. Trabaja como diseñador de muebles. Se encuentra con el pintor australiano Roy De Maistre y comienza la pintura al óleo.
1933: Participa en dos exposiciones colectivas en la Mayor Gallery donde presenta algunas pinturas de crucifixiones, una de las cuales será reproducida en Art Now por Herber Read.
1937: Participa en la exposición colectiva Young English Artists, organizada en la Agnew Gallery por Eric Hall.
1944-1954: Completa Tres Estudios para Figuras en la Base de la Crucifixión, iniciada años antes. El tríptico se expone en la Lefèvre Gallery de Londres. Pasa largos períodos de tiempo en Montecarlo con Graham Sutherland. Le escribe desde el Hotel Re di Montecarlo diciendo que está trabajando simultáneamente en tres dibujos inspirados en el retrato de Velázquez del Papa Inocencio X. Representa a Inglaterra en la Bienal de Venecia junto a Lucien Freud y Ben Nichols. Evita ir a la Bienal pero visita Ostia y Roma, donde permanece en el Palazzo Pecci Blunt paseando por la ciudad en su moto con su amigo, el pintor Leonardo Cremonini.
1957: Pasa algún tiempo en Tangeri. Jean Lacarde, director Rive Gauche Gallery, dirige la primera exposición individual del artista en París junto con Erica Brausen.
1960: Su exposición individual en la Marlborough Gallery de Londres con más de treinta obras de 1959 a 1960 consigue un éxito abrumador.
1961: Se traslada a un estudio encima de un garaje en Reece Mews, South Kensington, donde vivirá y trabajará el resto de su vida.
1971: En abril, realiza en París su exposición individual más importante, en el Grand Palais. Su madre muere ese mismo mes. Connaissance des Arts lo sitúa en el primer lugar entre los diez pintores más importantes del mundo, un ranking que la revista revisa cada cinco años.
1974: Bacon conoce a John Edwards, quien se convertirá en su compañero de vida y heredero universal, en una especie de relación de padre e hijo.
1977: Visita a Balthus en Roma para su fiesta de despedida de la dirección de Villa Medici.
1988: Veintidós trabajos del artista se exhiben en la casa del artista de Moscú. Esta es la primera exposición concedida a un artista europeo vivo.
1989: Durante una entrevista a Art International, admite dibujar bocetos sobre lienzo antes de pintar sobre él, aunque la obra final casi nunca cumple con la original.
1990: Bacon va a Sicilia para visitar a dos viejos amigos, Erica Brausen y Leonardo Cremonini, junto con su nuevo amante, un joven español rico e impresionante.
1992: Bacon muere en completa soledad el 28 de abril, en la Clínica Ruber de Madrid.