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Bodegón de cesta con frutas, ca. 1660
Ficha técnica
Es conocido, en el ámbito académico al menos, el debate sobre dónde aparecen antes los primeros cuadros de este género, pero hay consenso en reconocer que las naturalezas muertas —bodegones, con acento más español— son un resultado original de la mentalidad europea en el espacio temporal entre el manierismo y el barroco, periodo en el que se va eliminando progresivamente el protagonismo de la figura humana para centrarse en la representación de algo inanimado. Surge simultáneamente en diversos lugares de lo que Giulio C. Argan llamó la Europa de las capitales. A esa causa se unirá en el tardomanierismo el interés por el valor simbólico de los objetos representados: flores, caza o frutas.
En España destacaron en ello diversas regiones, y no fue València la menos brillante. Las obras de Yepes, como la que ahora se estudia, cabe ponerlas sin desdoro junto a las de Bernardo Polo, Pedro Camprubín, Juan de Arellano o Van der Hamen. En el caso valenciano, este género se prolongará más a través de la Real Academia de San Carlos con la pintura de flores y ornatos, y la figura de Benito Espinós, entre otros.
De la vida de Thomas Yepes, o Hiepes, se saben pocas cosas. Aparece citado ya por Ceán Bermúdez y Marcos A. Orellana, quienes lo elogian, entre otros aspectos, por su naturalismo, y en este sentido le atribuyen la capacidad de engañar a las aves que acuden a las frutas, una anécdota repetida desde Zeuxis o Parrasio.
También se sabe que en 1616 está inscrito en el Colegio de Pintores de València, lo que hace pensar que debió de nacer hacia 1600. Existen también diversos documentos en los que aparece, bien en 1630, 1631, 1638, 1653 o 1655, año este último en el que pinta diversas telas con frutas y flores para la decoración del convento de Dominicos de València con motivo de la canonización de san Vicente Ferrer. Sí se conoce con exactitud, en cambio, la fecha de su fallecimiento, el 16 de junio de 1674, y su enterramiento en la parroquia de San Esteban de València.
La obra que nos ocupa reúne todos los rasgos esenciales de su producción, tales como la gama cálida de sus colores, reforzada por una preparación rojiza a la almagra en sus lienzos con abundancia de clarosocuros, como Eximenes reconoce; la canastilla, que utiliza en múltiples ocasiones con frutos diversos; su exquisita y ordenada composición; e incluso un notorio recuerdo de Van der Hamen, cuya obra pudo conocer en Toledo, como ya apuntó el profesor Pérez Sánchez en la exposición sobre Thomas Yepes que comisarió, con la colaboración de Benito Navarrete, en la Fundación Bancaja en 1995. En la etapa madura de su producción, dicho influjo se compagina con el progresivo aumento del lenguaje de los bodegonistas italianos, aunque permanecen constantes sus guiños valencianos: cerámicas maniseras, dulces o plantas como los grandes alfabeguers (jarrones con albahaca).
El estudio sobre la obra llevado a cabo por Peter Cherry servirá para valorar el fuerte carácter decorativo y la armónica composición de Yepes. El conjunto de sus características hace que la obra que comentamos pueda ser datada en el periodo de madurez del artista, en la década de 1660, en la que firmará varias de sus mejores creaciones, algunas de las cuales se encuentran en colecciones valencianas.
Atendiendo a su excelente calidad, podríamos aplicar a Thomas Yepes, sin ofensa para Lope de Vega, los versos que el poeta dedicó a Van der Hamen:
[La Naturaleza ofendida] dixo que vuestro ingenio peregrino
le hurtó para hacer frutas sus pinceles;
que no pintáis sino criais claveles
como ella en tierra, vos en blanco lino.
Yepes fue pues un singular ejemplo valenciano de ese género artístico europeo y mediterráneo por antonomasia que marcó sin duda el barroco hispano tanto en la península como en los territorios ultramarinos.