Justamente entrada la década de los setenta, Eusebio Sempere (Onil, 1923-1985), pintor, escultor y grabador ya afectado por la enfermedad (esclerosis lateral amiotrófica), se entregó intensamente al desarrollo de una larga etapa de pintura de carácter místico. En plena madurez artística, no duda en crear obras sumamente complejas en su resolución técnica, de extremada sutileza cromática y dotadas de prolijos efectos lumínicos.

No le había faltado, por cierto, un dilatado aprendizaje experimental —desde que en 1948 se trasladara a París, con una beca—, obsesionado en su resolutiva opción por la abstracción pura, transformada luego en op art y en arte cinético. Consiguió aproximarse, dado su afán de especialización plástica, a la histórica galería Denis René, allí donde exponían entonces Victor Vasarely, Auguste Herbin o Jesús R. Soto, entre otras personalidades a las que admiraba y que conoció bien. Excelente magisterio, pues, para su futura entrega a una perfección buscada y a una rigurosa belleza artística, postulada siempre en sus obras mediante un cuidadoso culto a la geometría, el rigor, la matización lumínica y los colores sutilmente controlados. En los años sesenta regresó a España.

Serían sus lecturas de san Juan de la Cruz (1542-1591) una base fundamental para promover una serie de trabajos especialmente cargados de sutileza y espiritualidad. La obra que comentamos pertenece precisamente a ese destacado contexto cronológico. Díptico superpuesto, cada parte se desarrolla plásticamente sobre la base de un círculo. El superior, sugiriendo claramente una imaginaria cúpula de graduadas claves lumínicas y diluidos cromatismos, arranca desde su núcleo central y se abre en ocho radios simétricos con una sorprendente majestuosidad. El inferior encarna una especie de disco solar de doradas irisaciones, dividido diametralmente en vertical y con transversales franjas de franca riqueza cromática.

El enigmático título de la pieza, En par de los levantes de la aurora, no es sino una excelente clave simbólica de origen literario que ayuda hermenéuticamente al contemplador, con su posible información, a captar el consciente sentido otorgado por Sempere a su propuesta pictórica. Exactamente la expresión citada reproduce el apartado 14, «Las canciones entre el alma y el esposo», de unos versos de Cántico espiritual de san Juan de la Cruz. Es la esposa quien apunta: «La noche sosegada / en par de los levantes de la aurora / la música callada / la soledad sonora / la cena que recrea y enamora».

Los juegos ópticos que la obra desarrolla, con indudable fuerza y delicada sutileza a la vez, nos demuestran que estamos ante uno de los creadores españoles más destacados del arte de este género. Magistralmente evolucionada en sus manos, su abstracción geométrica nos conduce a una serie de piezas de una perfección formal y estilística de alto grado.

Sus obras han desarrollado un modelo iconográfico destacado, un lenguaje pictórico que se identifica de inmediato e indefectiblemente con su autor. Incluso dentro del op art, las claves personales de Eusebio Sempere son definitivas y definidoras de su inconfundible quehacer.

La pieza pictórica comentada es, sin duda, una obra destacada en la colección y, por fortuna, existe en los fondos otra obra más de Eusebio Sempere de esta misma época. Se trata de un auténtico poema geométrico, de luces sumamente matizadas, que dialoga con las gamas cromáticas, encarnadas directamente en una composición sutil, armónica y equilibrada. La obra representa literalmente el amanecer, es decir, el despertar de la aurora, elemento que Sempere quiso retomar directamente de la intensa espiritualidad de los versos sanjuanistas asumidos como título.