Esta tabla fue dada a conocer por Adolfo Azcárraga en 1974 y, con buen criterio, atribuida al entonces denominado Maestro de Cabanyes, actualmente identificado con el pintor Vicente Macip (Albaida?, c.1473/75-València, 1551), uno de los artistas más destacados y a la vez más complejos de la historiografía del arte valenciano de principios del siglo XVI. Un pintor cuya primera fase artística ha sido correctamente identificada con las obras del conocido Maestro de Cabanyes.

Por lo que respecta a la tabla en cuestión, muestra similitud compositiva con la escena de la predela, de idéntica iconografía, del Retablo de las almas de la iglesia de la Purísima de Quart de Poblet, desaparecido en 1936.

Las dos figuras femeninas centrales exhiben en sus nimbos dorados dos fragmentos de texto, el de la Virgen con el «MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM» (Lc, 1, 46-55), y el de la otra, identificada con una de las Marías, tal vez la madre de Santiago [el Menor] y José (Mt, 27, 55-56): «MOSTRATE ES[s]E MATREM·SU[mat per te preces]», que se corresponde con un verso del himno Ave Maris Stella que se canta en la liturgia de las horas, en las vísperas de las festividades marianas.

En la parte superior, de pie, aparecen cuatro personajes, tres de ellos con nimbo poligonal, que llevan en sus manos las arma Christi utilizadas en la crucifixión y descendimiento de Cristo: el martillo, los clavos y las tenazas. A dos de ellos podemos identificarlos con José de Arimatea y Nicodemo, ubicados en el extremo superior izquierdo, mientras que desconocemos la identidad de los otros dos situados en el opuesto (quizá criados o ayudantes de Arimatea y Nicodemo), aunque uno de ellos no lleva nimbo y de un brazo le cuelga una bolsa, tal vez una figura resultado de la mímica dramática de las representaciones teatrales de la época. Los otros dos personajes son María Magdalena, a la izquierda de la composición, y san Juan Evangelista, a la derecha.

La popular escena del planctus Mariae, que forma parte del ciclo de la pasión, se intercala entre el descendimiento de la cruz y el santo entierro, y tiene su origen en el siglo XII, a raíz de la influencia ejercida por las meditaciones de los místicos medievales. La variación que puede presentar este tema en la disposición de los personajes y la complejidad de la composición, en función del número de figuras que participan, están en relación con la influencia ejercida por los dramas litúrgicos del momento. Es un episodio emotivo, fruto de la piedad popular, que centra su atención en el drama de la pasión y la contemplación amorosa, conmovedora y doliente de Cristo muerto.

Por su estilo arcaizante, con un fuerte débito cuatrocentista, podríamos datar la pieza en torno a 1500. Tal vez se pueda relacionar con otra tabla con la representación de la Oración en el huerto, perteneciente a una colección particular barcelonesa, cuyas características formales y plásticas son muy semejantes.