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Merenderos en la playa, 1976
Ficha técnica
Paisaje de playa, costa de València, últimos barracones de esparcimiento y restauración, anteriores a su derribo y planteamiento urbanístico de la zona. Con seguridad la playa de la Patacona. Barracón de playa: clásico merendero o chiringuito frente al mar, conformado por varios volúmenes de crecimiento adecuados a las necesidades y demandas de espacio, con zonas de cobertizo de protección solar y de mínimo ajardinamiento sobre la arena de la playa, a pocos metros del agua. La escena atrajo ampliamente a Francisco Sebastián, hasta el extremo de dedicarle una dilatada serie de trabajos pictóricos característicos de su quehacer al aire libre.
Obra prototípica entre las realizadas en el periodo de 1974-1978 sobre la temática paisajística de las playas valencianas: la Patacona, la Malvarrosa, el Saler o la de Alboraya. Sigue la tónica de otras obras relacionadas con anterioridad en las que la composición suele jugar con unas proporciones que el artista varía según el caso y que a menudo otorgan al celaje las tres cuartas partes del espacio del cuadro, términos que invierte en otros para dárselas a la representación de la tierra y la arena. Se trata de una pieza madura en la que se aprecian claramente los aspectos más innovadores del artista y su aportación diferenciada a la pintura valenciana de la segunda mitad del siglo XX.
Pincelada amplia y segura, empastada y opaca en la tierra, y densa, pero transparente, en el celaje. Planos blancos elementales, con leves sombras casi traslúcidas, dibujan una estructura arquitectónica que refleja una potente luz tamizada por la sutileza del color. La importancia del tratamiento de la luz es esencial en la obra de este autor. Luminosidad extrema en la que el alto contraste con la sombra queda siempre magistralmente dulcificado, sin perder un ápice de su potencia, gracias a la transparencia de las sombras.
Formalmente es una obra en la que coinciden aspectos técnicos que relacionan su producción pictórica anterior con su trabajo posterior, y pueden incluso apreciarse en ella sus señas de identidad. Pincelada más corta y opaca en la tierra, y más corta aún sobre los planos que referencian el barracón y que preludian su tratamiento estilístico posterior en las obras paisajísticas sobre las tierras volcánicas de Lanzarote. Aparición de la textura de la tela y frotados y rascados que, tras su etapa dedicada a la isla, volverá a aplicar sobre las abstracciones, ya en el recuerdo, de las aproximaciones focales a detalles, nuevamente de barracones de playa, a finales de los noventa y que pinta a partir de diferentes revisitaciones de obras como la que nos ocupa.
Paredes blancas en las que el sol, el viento, el agua y el salitre han escrito su historia y despojan de lo superficial la primera capa de pintura para dejarnos con la textura de la madera y la potencia de la pintura resistente en los huecos. También un acercamiento desde la figuración a la esencia de la abstracción; en obras posteriores aproximará su plano de encuadre hasta los detalles más insignificantes de los elementos compositivos. Un juego en el que, por un lado, amplía el detalle en cuanto a foco de interés y, por otro, lo abstrae del total con un tratamiento exclusivamente pictórico, de su representación. Sin duda, en este conjunto de trabajos define su propia iconografía, frente a otras concepciones figurativas de playas, propias de otros pintores coetáneos y precedentes.
Obra interesante y de referencia temporal y estilística dentro del conjunto pictórico del artista. Denotaciones formales y temporales en referencia a un paisaje desaparecido y que convierte la imagen en testigo de una historia próxima pasada de nuestro entorno más cercano. Referencias plásticas en las que confluyen los procesos más determinantes del artista como innovador de un paisajismo que venía agotado de los procesos creativos de finales del siglo XIX y principios del XX, y que acercan la pintura de paisaje a los procesos creativos de la modernidad.