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- Putti con manzanas y Putti con uvas
Ficha técnica
Estos dos lienzos, tenidos por anónimos desde su adquisición por la Fundación Bancaja, deben ser atribuidos, sin ningún género de dudas, al menos en lo referente a sus frutas, al pintor romano Giovanni Paolo Castelli, llamado lo Spadino.
El género de pintura de frutas —bodegón o naturalezas muertas— ya venía de antiguo, aunque siempre acompañado de escenas o personajes, y en gran medida con carácter simbólico. Nunca fue considerado al mismo nivel que los cuadros históricos y siempre fue admirado por las personas cultivadas o que conocían sus significados ocultos. Sin profundizar en esos significados, siempre se insistía con ellos en los placeres de la vida terrenal y, en el mejor de los casos, los más habilidosos trataban de engañar al ojo humano.
Por otra parte, no entraba en las reglas del decoro contrarreformista del norte, aunque sí en Lombardía o en España. En cualquier caso, antes de la irrupción de Caravaggio era materia de los talleres locales casi como ejercicio de copia para los aprendices.
En Lombardía no podemos olvidar las composiciones manieristas de Arcimboldo (1527-1593), y ese protagonismo se plasmará con Caravaggio (1571-1610) a partir de su estancia en Roma entre 1592 y 1593, cuando trabaja en el taller del Caballero de Arpino. El bodegón va a ofrecer un estímulo diferente en su lucha por ser fiel a la realidad y alcanzar relevancia por sí mismo. Esas composiciones salen de las sombras y resaltan su sentido táctil, y casi llegarán a lo metafísico con su contemporáneo Sánchez Cotán (1560-1627).
Giovanni Paolo Castelli asimiló pronto en la Ciudad Eterna los caracteres de Abraham Brueghel (1631-1697) y de los flamencos que trabajaban en ella. Sus frutas son inconfundibles, exuberantes en su superficie y de belleza casi evanescente. Notemos sus melocotones de piel aterciopelada, que podrían llegar a dar alergia a quienes la padezcan tocando los reales; unas uvas ásperas, bien arregladas, de granos largos, y una calabaza sensual y casi provocadora. Sus arreglos frutales producen una atracción especial en artistas de Roma, Milán o Bolonia, y debemos decir que su fama ha perdurado a través de los años y es fácil encontrar en el mercado de las subastas o anticuariado pinturas suyas de alta calidad.
Ambos cuadros están además compuestos con sus respectivas parejas de amorcillos o putti, niños desnudos y alados como Cupido, con los cuales el pintor trata de recuperar motivos clásicos. Si buscásemos algún antecedente a años luz estilísticamente de estos más bien toscos y regordetes, pensaríamos en la Camera degli Sposi, en Mantua, de Andrea Mantegna o en algunos miguelangelescos de la Sixtina. Si quisiéramos ejemplos más próximos, no olvidaríamos los que con tanto encanto y acierto realizó en escultura o cerámica Mariano Benlliure.