La obra representa una composición de apariencia abstracta con un juego de rectángulos negros y planos, de diferentes formatos, coronados por un semicírculo que, como si se tratara de una paleta de pintor, muestra un abanico de manchas de color aplicadas directamente desde los distintos tubos y la mezcla de algunos de ellos.

Forma parte de una serie pintada por Manolo Valdés para su primera exposición individual en la Galería Maeght de Barcelona tras la muerte de Rafael Solbes. Pertenece, pues, a un momento inicial en la trayectoria individual del artista, un periodo en el cual buscaba activamente un lenguaje propio, alejado de la impronta del Equipo Crónica.

En esta composición se adivina, por el semicírculo del pelo que corona los rectángulos, la figura de la reina Mariana, un motivo iconográfico heredado del Equipo Crónica que es tratado ahora de una manera nueva que nada tiene que ver con las interpretaciones anteriores. La serie entera a la que, pertenece está dedicada a esta figura velazqueña y aplica en cada caso distintas claves lingüísticas procedentes de la historia del arte. El cuadro que nos ocupa es el más abstracto de la serie —el único que no alude en su título a la reina Mariana—, y en él el artista interpreta la figura haciendo referencia al suprematismo. La articulación de los rectángulos negros traduce la modulación del cuerpo de la reina a un lenguaje geométrico y abstracto. La correlación entre los cuerpos se reconoce con claridad en el ,contexto de la serie y también en relación con algunas de las esculturas realizadas en la misma época. En este sentido, destaca la proximidad formal con aquellas articuladas a partir de secciones de conos y cilindros de madera, a la manera modular de Fernand Léger.

El cuadro aparece a su vez citado, agrupado junto con otros de la serie, en alguna de las vistas del estudio de una serie pintada al año siguiente en la que Valdés interpretaba la obra Estudio rojo, que Henri Matisse pintó en 1911.