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Sagunto desde el calvario, 1920
Ficha técnica
Manuel Moreno es hoy un pintor escasamente conocido, apenas recordado en las historias del arte valenciano y de quien es difícil sugerir una pintura emblemática si no se está familiarizado con los fondos de los museos. Sin embargo, su pintura Els cirialots (Museo de Bellas Artes de València) fue destacada por la crítica cuando se presentó en el marco de la exposición «Manifestación de Arte Valenciano», que tuvo lugar en Madrid en 1923. Si juzgamos a dicho pintor por los retratos oficiales que realizó en la posguerra, poco se puede destacar de sobresaliente al margen de un academicismo al uso, pero esto mismo podría ciertamente decirse de una serie de pintores valencianos que habían iniciado en su juventud una trayectoria prometedora. La tragedia de la Guerra Civil fue una línea divisoria de difícil superación para muchos artistas, y en las décadas siguientes se produjo una situación que les causó desconcierto y desorientación; una pérdida de referentes que les dificultó mantener el nivel estético después del naufragio que supuso la contienda. Moreno fue un cultivador del retrato y el paisaje que obtuvo en 1941 la cátedra de Paisaje de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en València, y fue el responsable de transmitir a las nuevas generaciones el concepto y la práctica de este género. Moreno había tenido entre sus maestros a José Benlliure Gil, quien en lo relativo al paisaje depuró bastante su estilo y nos dejó amables imágenes de suave y apacible colorido. Como profesor, Benlliure fue un hombre bastante activo que con frecuencia organizó excursiones con sus alumnos por el entorno de València para pintar al aire libre.
La obra que ahora se presenta debió de ser el resultado de una de esas miradas que los artistas valencianos de su generación proyectaron en los años veinte sobre la naturaleza en su búsqueda de nuevas perspectivas y objetos de representación, al margen de visiones retóricas y entregándose a asuntos que se ofrecían de forma inmediata en todo cuanto rodeaba la mirada del artista. Así, cuando Moreno pintó en Sagunto no se detuvo ante las ruinas ni las que pudieran ser las vistas más identificables del entorno, sino en los rincones o declives de las laderas. Y, como sucede en este ejemplo concreto, lo hizo con un lenguaje denso, exuberante y sintético a un tiempo, que entroncaba con el paisaje que venía desarrollándose en València en el entorno de la agrupación de la Juventud Artística Valenciana.
Moreno Gimeno, como tantos paisajistas de este momento, partió de la tradición del impresionismo valenciano que representaban Sorolla y los sorollistas, pero condujo esta herencia hacia una pintura de mayor solidez y masa que, en esta obra en concreto, podría acercarse más a la tradición posimpresionista que representaba la obra de Darío de Regoyos. La vista de Sagunto fue pintada en 1921, en plena juventud del artista. En ella aborda el tema del camino de un calvario que estuvo muy de moda entre los artistas de esta generación desde que Rusiñol los descubriera como motivo paisajístico poético. En primer lugar, Moreno pinta el camino y, bordeándolo, los cipreses, tras los cuales se ven fragmentos de la silueta de la ciudad antigua.
Lo singular de este lienzo es que presenta el descenso del camino y la ciudad desde un nivel más bajo, justo lo contrario a lo que era corriente en estas vistas de los calvarios. En la exposición que Moreno presentó en el Círculo de Bellas de València en diciembre de 1921, figuraba una titulada Calvario de Sagunto. El comentarista anónimo de la muestra echaba en cara al joven artista la potencia de los campos cromáticos y la ausencia de vibraciones lumínicas y atmosféricas, pero precisamente es ese alejamiento de la vibración uno de los rasgos de mayor atractivo y modernidad de la obra. En este sentido, opinaba el crítico: «El cielo diáfano es luz, no es color, y las masas de nubes no son color tampoco, sino sutil y ligero vapor en continuo movimiento y expansión molecular»; no obstante, consideraba que Manuel Moreno estaba en camino de profundizar en los secretos de la línea y el color y de conseguir triunfos definitivos: «Todo está en él: condiciones artísticas y amor al trabajo; también creemos advertir en este joven pintor amor al estudio, y como la cultura es un tercer elemento necesario para llegar a la meta». Con todo, el impresionismo seguiría gravitando en la obra de Moreno durante un tiempo a lo largo del cual continuó produciendo composiciones de un cierto frescor y atractivo colorido.