Sal, 1998
Ficha técnica
La obra Sal de Soledad Sevilla (1998) integra elementos vegetales, anunciando así un claro alejamiento con respecto a su anterior etapa, compuesta por estructuras geométricas. Sin embargo, la artista no
renuncia a la investigación conceptual y espacial, ni a un particular acento en la abstracción. A través de las masas de óleo, esta pieza de grandes dimensiones (200 × 400 cm) presenta una articulación de pinceladas que se repiten mecánicamente, acompañadas de variaciones sutiles. Evocando una especie de cascada de azules y dorados, Soledad Sevilla teje en Sal una serie de trazos que construyen una cortina vegetal integrada por hojas de diferentes formas y tamaños. El cuadro en conjunto crea un espacio infinito, sin bordes ni límites, en el cual la superficie alcanza un entorno más allá del lienzo y consigue envolver al espectador en una atmósfera muy peculiar. La estructura en el plano, junto con el movimiento del color y las dimensiones de la tela, recuerda a su serie Insomnios, realizada principalmente entre los años 2000 y 2003, aunque existen algunas piezas anteriores a esa fecha. La obra analiza las relaciones entre la luz, la materia y el espacio, y con ello la artista aporta una lectura poética y sensorial a las variaciones geométricas. La representación podría emular un valle donde la superficie terrestre canaliza una serie de zonas alargadas e inclinadas, creando variaciones por medio de una peculiar utilización del color.
Sevilla combina en Sal el rigor analítico y el orden geométrico en su búsqueda de una experiencia emocional a partir del gesto y mediante la imprecisión expandida en esta cascada de color seriado. Iniciada en el ámbito de la investigación conceptual desde los proyectos de algunas instalaciones de los años ochenta, la artista conoce la obra de Jordi Teixidor y José María Yturralde, y más tarde se incorpora al Grupo de Cálculo en Madrid. Sin embargo, su obra evolucionará desde la figuración hasta el informalismo, pasando por el constructivismo y la geometría, hasta llegar a lo que algunos denominan abstracción lírica, desde la investigación espacial, a partir de la cual busca un equilibrio entre lo racional y lo emocional. En la pintura Sal la autora utiliza el recurso de la combinación de reflejos para crear
atmósferas producto de una pincelada sutil. En esta línea había trabajado el pintor estadounidense Clyfford Still (1904-1980), que creó composiciones de gran formato cubiertas por manchas de color, dentro del expresionismo abstracto. Estos proyectos conectan como referentes en la trayectoria de Soledad Sevilla, y formarán parte de una tendencia conocida como pintura de campos de color.
Por otra parte, Sevilla crea movimiento a partir de una pincelada que refleja el imaginario de la naturaleza, apoyada en un color sólido extendido en todo el lienzo. En este sentido, la artista afirma partir «de una realidad», de «la vegetación» que ve desde su ventana de Granada: «Pero quiero que eso no importe, quiero que lo real sea irreal».1 Por lo tanto, estamos ante una pintura de acento paisajístico y romántico, representada desde una seriación que, sin embargo, no impedirá su personalización mediante el lenguaje de la pieza. Integrada en una de sus etapas clásicas que comenzó
en 1997, cuando se alejó de los entramados geométricos, Sal refleja el interés de Sevilla por la representación de masas orgánicas. Este proceso también implicó un cambio en su sistema de trabajo; la adopción del óleo en lugar del acrílico le permitiría una práctica más lenta y elaborada de la pintura. Como consecuencia de ello, surge un nuevo módulo formal con una pincelada en forma de hoja, trazada desde un gesto particular e identitario de la artista.
La pintura Sal simboliza las espesas masas vegetales que ascienden y se descuelgan de las viejas tapias de los jardines del Albaicín y de los patios de Granada, ciudad en la que vive desde hace años Soledad Sevilla. Destaca, por un lado, su comunicación con la naturaleza, protagonista del lienzo, y, por otro, su invitación hacia la implicación del espectador «dentro de» la obra, siguiendo una serie de fórmulas espaciales y experimentales. Sal forma parte de un amplio y sólido proceso de investigación de Soledad Sevilla en el cual los lienzos de gran tamaño, representando gigantescas cascadas vegetales, protagonizan una nueva fórmula de abstracción hasta convertirse en uno de los rasgos más caracterizadores en la trayectoria de la autora.