La pequeña pintura representa a san Juan Bautista, ejecutada sobre tabla, siguiendo la tradicional iconografía del santo, representado sentado y señalando a un cordero situado a su izquierda y que levanta las patas delanteras. Entre esas extremidades, el cordero sostiene una cruz en forma de banderín que le identifica con Jesús. Es un esquema compositivo cuidadosamente elaborado. San Juan sujeta con la mano izquierda una filacteria con el texto siguiente: «ECCE AGNUS DEI QUI TOLLIT PE [ccatum mundi]», en referencia al sobrenombre Cordero de Dios que el Evangelio de san Juan otorga a Jesús («He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»: 1, 29).

Al fondo de la pintura podemos observar un paisaje montañoso en cuyas cimas se advierte el perfil de algunas edificaciones, así como otras en segundo plano, y un río con un puente semiderruido en primer término; pese a incluir esos elementos, la pintura se caracteriza por la atmosferidad habitual en otras obras joanescas. Quizá ello se deba a las dimensiones de la escena, ya que su formato reducido es propio de paneles que formaban parte de un pequeño banco de altar devocional, lo que condiciona esa falta de detallismo y precisión de las pinceladas.

Otra obra realizada en el taller de los Macip con esta misma iconografía sería una de las portezuelas de un tríptico que se conserva en la colección Lladró (Tavernes Blanques, València), aunque en este caso el santo está semiarrodillado sobre una roca; además, no aparece el cordero en la escena, y el modelo humano es más recio y con la anatomía algo más definida.

Nuestra pintura presenta un estado de conservación óptimo, aunque se puede apreciar alguna intervención de limpieza, antigua, que no ha eliminado en su totalidad la suciedad; también se observan diversos repintes.

Es una obra que podemos adscribir a la personalidad pictórica de Joan de Joanes, si bien con una probable participación de su taller. Dada la cantidad de obras que se le atribuyen, así como la calidad de algunas de ellas, es obvio que en gran parte de la producción joanesca debemos admitir una importante contribución de sus colaboradores. De hecho, en la imagen digital infrarroja de la tabla en cuestión obtenida en el Centre d’Art d’Època Moderna (CAEM) de la Universitat de Lleida no se aprecia el dibujo subyacente que encontramos en otras obras adscritas directamente al maestro, de una gran destreza y soltura, quizá, en este caso concreto, debido a la consistencia y el grosor de la capa pictórica aplicada.

La obra que analizamos es de buena calidad —si bien con una técnica algo más sencilla que la exhibida en otras piezas más adultas de Joanes—, con hechuras formales elegantes y con esa suerte de riqueza cromática y figurativa que supo infundir Joanes a su producción artística, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI.