- Inicio
- Colección de arte
- San Miguel arcángel
San Miguel arcángel, S. XVII
Ficha técnica
Atribuida esta obra desde hace años a Abdón Castañeda, pintor del taller de Francisco Ribalta, mantenemos esta autoría con muchas dudas, que trataremos de justificar.
El asunto, la victoria del arcángel san Miguel sobre Satán o Luzbel, es uno de los más frecuentes en la hagiografía cristiana. Incluidos los ángeles —y su contrapunto, los ángeles caídos— ya en los textos bíblicos más antiguos, así como en los libros apócrifos judíos, como el Libro de Enoc, son desde los primeros concilios de Nicea y Constantinopla materia indiscutida de fe, y se hallan clasificados en varias categorías, especialmente en la que nos afecta, la de los arcángeles: Miguel, Rafael y Gabriel y otros menos significativos. En el Apocalipsis de san Juan, serán ellos quienes harán sonar las siete trompetas tras abrirse el séptimo sello. Ángeles y demonios, y sobre todo la victoria de los primeros sobre los segundos, han sido constantemente fuente de inspiración primordial para artistas, escritores, padres de la Iglesia o libros devocionales.
Centrándonos en san Miguel, su culto viene dado desde el siglo IV por la Iglesia copta. Él será el que luche contra las fuerzas del mal, conductor de las milicias celestiales y también guía de las almas, y de ahí sus atributos principales: espada o lanza, escudo protector y, como atuendo según la época, joven doncel con túnica y clámide, milites romano o armadura. En su función de pesar las almas (psicopompo), se le añade una balanza.
De Abdón Castañeda se sabe poco, y a veces las noticias son contradictorias. Mencionado por Ponz, Orellana, Ceán Bermúdez, el barón de Alcahalí, Tormo y otros, serán Angulo y Pérez Sánchez, y más tarde Kowal y Benito Doménech, quienes fijarán sus datos biográficos y estilísticos conocidos. Debió de nacer hacia 1570 (dada la fecha del cuadro de Vieste que citamos). En 1602 cobra del Colegio del Patriarca por pintar cuatro figuras, y en 1627 unos marcos dorados de la Catedral de València. En 1616 se inscribe en el Colegio de Pintores, también en València. Trabaja con el equipo de pintores de Ribalta en Segorbe en 1623, y entre 1624 y 1625 con ese grupo en el retablo mayor de la iglesia de Andilla, donde pinta Los desposorios de la Virgen y el Descanso en la huida a Egipto, según afirma Orellana y, más recientemente, también Alba Pagan. En 1995 Giovanni Boraccesi publica la restauración de una pietà del altar principal del convento de San Francisco de Vieste, en la Apulia italiana, donde aparece una fecha y una firma en parte recortadas: «587. […]astañeda». De ser nuestro pintor, nos daría un punto de apoyo en sus atribuciones, una confirmación por exclusión de la fecha de nacimiento, no después de 1570, y al tiempo nos confirmaría que aun dentro del equipo de los Ribalta era capaz de firmar una obra por su cuenta. ¿Cómo pudo acabar allí ese cuadro? Tal vez porque dicha diócesis estaba administrada por el obispo valenciano José Esteve Juan, canónigo de Segorbe. Sabemos que fallece en 1629, dato registrado en la parroquia de San Bartolomé de València.
El cuadro, como todo el resto de las obras asignadas a Castañeda, es de calidad media, con rostros redondeados e inexpresivos y con angelillos de facciones carnosas. Esa falta de estilo es, como paradoja, la que difícilmente podría mantener la atribución de nuestro cuadro, ya que el contraste entre la discretísima parte superior —la Santísima Trinidad— y la figura central de san Miguel, de esbeltez sorprendente, aunque de rostro ovalado sin demasiada expresión, solo podría justificarse si pensásemos que es posible que hubiera conocido —a través de copias o grabados— el ya en su tiempo famoso cuadro sobre ese tema pintado por Guido Reni en 1636 para la iglesia de los Capuchinos, en Roma. De este cuadro el nuestro mantiene todo el trazo de la figura; cambia solamente la postura del brazo derecho y sustituye la figura humana del demonio por un monstruoso y medievalizante ángel caído con alas y cola; pero en esa fecha hacía siete años que Castañeda había fallecido.
No tenemos respuesta definitiva sobre la autoría. Si pensásemos en el taller de Ribalta, tal vez podría atribuirse a Gregorio Bausá, que muere en 1656, o Urbano Fos, que lo hace en 1578.