Ambroise Vollard (1866-1939) es el marchante que mayor influencia ha tenido sobre el desarrollo del arte moderno. A partir de 1918 concentró todos sus esfuerzos en la edición de los que llamó libros de artista, sin duda su verdadera pasión. Vollard trabajó siempre en estrecha colaboración con el artista grabador, el estampador y el impresor. Elegía en persona el papel, los tipos de imprenta, la encuadernación y la puesta en página de los textos e ilustraciones.

La relación de Picasso con Vollard como editor no comenzó hasta 1913, cuando Vollard le compró a Picasso una serie de láminas de cobre.

La colección propiedad de la Fundación Bancaja pertenece a la edición hecha sobre papel verjurado de reducido tamaño, y las noventa y siete estampas están firmadas por Picasso con lápiz negro. Según informa su anterior propietario, Quentin Laurens, fue firmada en su totalidad por Picasso para Louise Leiris en la década de los años sesenta. Los tres retratos de Vollard están firmados por Picasso con lápiz rojo.

Las estampas realizadas durante esta época se pueden considerar como un diario íntimo; las imágenes no siguen ninguna secuencia lógica, obedecen más bien a sus obsesiones y a acontecimientos externos o personales del artista. En una entrevista con el periódico L’Intransigeant (15 de junio de 1932) con motivo de una retrospectiva, le confesó a su interlocutor y amigo Tériade: «Mi obra es como un diario».

En toda la Suite Vollard la protagonista principal es Marie-Thérèse Walter (1909-1977), el gran amor de Picasso de los años treinta, a quien vio por primera vez en enero de 1927. Marie-Thérèse tenía diecisiete años. En 1930 la instaló en un apartamento en París mientras vivía con Olga Khokholova. A partir de 1932 el interés por ella como modelo se incrementó: aparece con tanta frecuencia en sus pinturas, dibujos, estampas y esculturas, en sus distintos estados de ánimo y formas, que podemos considerarla la gran heroína del mundo ficticio de Picasso. Atrapado entre la cólera de su esposa Olga y su pasión por Marie-Thérèse, Picasso llegó a considerar este el peor momento de su vida. En muchas estampas de los años treinta todos los personajes femeninos son el retrato de Marie-Thérèse.

Para Picasso, Marie-Thérèse fue la antítesis de la muerte: la plenitud de la vida, el ardor del amor juvenil, la femme-enfant y la encarnación de su ideal pictórico, proclamado ya en las neoclásicas figuras femeninas de los años veinte.

Los temas de las estampas en esta larga serie parecen un tanto arbitrarios, dado que varios están frecuentemente interrelacionados. No obstante, las estampas pueden clasificarse en dos grandes grupos dominantes, el escultor en su estudio y el Minotauro; una combinación de los dos temas que había trabajado en sus libros anteriores: la mitología y el artista en su estudio. Coincidiendo con el periodo en que Picasso trabajó como escultor en Boisgeloup (1931-1935), eligió el tema del escultor en su estudio rodeado de modelos y estatuas, generalmente de naturaleza clásica.

En cuanto a la finalidad de las estampas con el tema del Minotauro, sabemos que Vollard se proponía publicar en 1940 un libro sobre este mito en el que pensaba incluir tanto las quince estampas de Picasso como un texto del poeta francés André Suarès sobre este tema, Minos et Pasiphaé. La maqueta de imprenta que se conserva comprende las quince estampas y tres hojas de texto, entre ellas la portada en la que se explicita que contiene aguafuertes de Pablo Picasso. Pero la muerte del editor en un accidente de coche en 1939 impidió que el proyecto se hiciera realidad.