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Virgen de los Desamparados, S. XVIII
Ficha técnica
La devoción de València por la Virgen de los Desamparados arranca en el siglo XV, como es sabido, a raíz de la predicación de fray Juan Gilabert Jofré en la catedral tras ver un hecho que le conmovió profundamente: el maltrato y la agresión de unos mozalbetes a un loco. Después de ese episodio, incitó a los patricios valencianos a crear un centro de acogida para los enfermos mentales, y consiguió que Martín V el Humano dictara un privilegio en 1410 para su constitución, con el nombre de Hospital de Ignocents, folls y orats. Se decidió poner el hospital bajo la protección de la Virgen María con el título de Nostra Dona Sancta Maria dels Ignocents. Obviamos como es lógico todo el proceso y nos centramos en el tipo de imagen escogida en un principio: de cuerpo entero, con atuendo básico, ligera de peso, lisa por la parte trasera y con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante para poder acoplarla sobre el féretro de los acogidos a ese amparo.
A lo largo de varios siglos, la imagen se conservaba de año en año en casa de los clavarios correspondientes; a partir de entonces empezaron a aparecer reproducciones en pinturas, dibujos o grabados. Estas réplicas, llamadas popularmente vírgenes de clavario, tenían una función de veneración y recuerdo, cuando no de culto particular votivo, y a ellas se les iban añadiendo los ricos atuendos, cirios o búcaros de flores a los lados, cuando no cortinas y, por supuesto, los exvotos, sin faltar nunca, como es lógico, las imágenes de dos niños desamparados a ambos lados en la parte inferior de la imagen.
Uno de los primeros ejemplares similares al cuadro que nos ocupa fue hecho y firmado por el pintor valenciano Thomas Yepes en 1644, obra que hoy permanece en el monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid. Existe otro de Simón Colomer datado poco antes, en 1638. Se conocen también ejemplares pintados por Jerónimo Espinosa en 1666, y Orellana menciona que Joaquín Eximenis, gran experto en pinturas florales, realizó varios.
El cuadro que ahora analizamos está atribuido, con fundamento, a la familia Eximenis o Ximeno, recientemente estudiada por el Dr. Marco García en su tesis doctoral, en la cual analiza a los dos pintores con el mismo nombre, padre e hijo, y la dedicación de estos a las decoraciones florales; concretamente, entre otras obras, se citan cuatro lienzos en una capilla del convento del Pilar de València en los cuales pueden juzgarse las similitudes con el que comentamos aquí, que debe atribuirse a Ximeno hijo. Este debió de nacer hacia 1676, y fallecer, según el mencionado Orellana, alrededor de 1754; por lo tanto, puede datarse a mediados del siglo XVIII.
La Virgen se encuentra bajo un gran dosel, con dos candelabros sobre las paredes laterales y dos grandes jarrones con ramos de flores diversas perfectamente individualizadas y ordenadas. En la parte frontal de la imagen, rodeando totalmente las figuras de los niños desamparados, aparecen una gran cantidad de exvotos.
De origen muy antiguo —ya se conocen en Egipto, Mesopotamia y Asiria,— los exvotos abundan en el mundo clásico, y muy próximo a nosotros tenemos un conjunto extraordinario procedente de los diversos santuarios ibéricos. Continúan en el mundo cristiano, tanto medieval como moderno, y son expresiones populares de una visión antropocéntrica de la divinidad ante la angustia y el dolor humano. Son votivos; es decir, son el cumplimiento de una promesa materializada en un objeto: una expresión de agradecimiento por motivos de salud o muy íntimos que se dejan como huella ante otros. El carácter de protección a los desamparados de nuestra Virgen está plasmado en ese frontal desbordante, donde se suman personajes, joyas, cristos o santos.
Cumpliendo sin duda ese fin, la Fundación Bancaja tiene otro pequeño cuadro con esta misma advocación que refuerza, aún más si cabe, ese aspecto devocional y afectivo.